lunes, 7 de enero de 2013

HOSTAL ROMA I

Donde realmente se ve la calidad y la dimensión de un o una artista, en este caso particular cantante, es en los expositores de venta de compactos que todo bar de carretera que se precie tiene en su interior. En serio, no miento.

Mientras daba buena cuenta de un plato combinado en una de las mesas del bar del Hostal Restaurante ROMA, en plena Nacional 630, a la altura de Hervás, provincia de Cáceres, me fui percatando de que este tipo de establecimientos encierran todo un mundo. Todos tienen idéntico perfil y todos generan unos contextos donde el ser humano proyecta las mismas actitudes, lo cual calca una serie de vivencias que toda persona ha experimentado alguna vez, aunque existan ciertos matices diferenciales.

Primero, en cuanto al nombre, estos locales, es cierto que también manejan un número muy reducido, ya que todos, absolutamente todos los negocios de estas características del Estado español se llaman Roma, Lisboa o El Avión. No hay más, así de claro. De verdad.

Finiquitada la comida, y ya con la decisión tomada de invertir un tiempo determinado en analizar la dinámica de estos locales, aprovechando que me había levantado a la barra a pedir un café solo, me acerqué al expositor de venta de discos compactos, el otrora expositor de “cintas” o casetes (¡madrita querida!), y observé que era un cuerpo rígido, tridimensional a la percepción humana, con forma rectangular y dispuesto en vertical, de unos setenta centímetros de largo, con cuatro caras de una anchura precisa con espacio para tres cajetillas de cd´s. Y toda esa plataforma estaba sustentada por una barra metálica tubular que, en su base, tenía soldadas cuatro patas, también metálicas y también tubulares, que le daban un perfecto equilibrio y hacía difícil o imposible su caída, aun llegándose a producir algún tipo de colisión involuntaria.

En dos de las caras, los discos, costaban 6,95 €. Y en las otras dos, 10,95 €. (qué hijoputa es el 95 al final de los precios, ¿verdad?).  Sinceramente, eran precios puestos por el mismísimo Satanás. Bien, pues, los artistas que conformaban el elenco del 6, 95 eran, entre otros: Los Diablos, Luis Cobos (¡con lo que fue y donde lo han bajado estos bares!), Caribeño Total Varios, Guitar (lo pone así), Los Mustang (¡Virgen Santa!)... Y el catálogo de artistas del 10,95 lo componían: Nek (¡¡menuda rabia le dará a Luis Cobos que esté este aquí!!), Andy y Lucas, Joaquín Sabina (los discos de cuando casi cantaba en la Mandrágora), Dani Martín, Chenoa, David Bustamante (¿Qué? ¿Es para que esté Luis Cobos hasta la coronilla de estos top ten o no?), Leona Lewis, Technics (The Original), etc. Anda queeeeee…

Me temo que realmente existe una especie de conspiración oculta contra Luis Cobos, aunque esté feo comparar, ahí veo yo cantantes de menor entidad que él. Está visto, la clasificación de estos expositores está hecha de manera endiablada.

-    ¡Caballero! ¡Caballero! Su café, por favor -exclamó el camarero.

Me aproximé a la barra, mientras sonreí al camarero, mostrándole mi agradecimiento con una inclinación ligera de cabeza. Pagué todo, cogí mi café y me coloqué en una de las mesas del bar para seguir con mi observación. Y eso que me había dejado bastante afectado la clasificación de los artistas que había visto hacía escasos minutos. Bien pensado, para algunos/as, será como una especie de puñalada trapera, porque ellos también viajan y paran en bares de carretera, vamos de hecho yo vi una vez en uno a Paloma San Basilio, cerquita de Vitoria. ¡Menudo pastillazo tiene que ser pararte a tomar un café y verte clasificado por tu trabajo de ese modo tan perverso! ¡En fin, le debe quedar a uno el cuerpo como para andar cantando!

La barra era metálica, de color plata. Este tipo de barras, a veces, pienso que debido a las vitrinas donde se ponen los pinchos calientes, cuando apoyas los brazos sacuden ligeros calambrazos. Estas descargas, sufridas así de improviso, son muy desagradables, pero como no puedes actuar como un energúmeno en presencia de tanta gente, al tercer zumbido que te sacude aprietas los dientes con los labios bien bajaditos y optas por escapar lejos de la barra cruel y castigadora. ¡¡Vamos hombre, hasta ahí podíamos llegar entrar en un bar a consumir y salir completamente estremecido de tanta contracción espasmódica y dolorosa!!

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